lunes, enero 17

La noche bruja

Cada vez me sorprende menos las cosas que pueden llegar a pasar en la vida. En esta época donde los apuntes arden pasando por nuestras manos esperando ser vomitados en los terroríficos exámenes de febrero, uno se pregunta si vale la pena perder unas horitas de nuestro precioso tiempo en salir sábado por la noche, a pesar de la poca gente que se anima a ello.
Hoy os voy a contar sólo una pequeña anécdota y otro día os contaré más sobre esta noche tan especial.
Pues bien, cuando crees que vas a pasar la noche más aburrida de la temporada, surgen nuevas anécdotas que hacen que la noche sea inolvidable. En fin, os cuento: primero botellón, dos botellas de negrita parecían excesivas para los 6 individuos que en aquel rincón se juntaban, no por que a los protagonistas, entre los que me incluyo, no nos guste, sino por que en estas fechas todo el mundo dice: "Hoy no voy a beber mucho, porque mañana tengo que madrugar para estudiar". Buenos propósitos nunca faltan porque el ron se acabó en menos de una hora. Tras darnos cuenta de que llevábamos un pequeño pedal, nos dio por lo del abuelo cebolleta y empezar a recordar las míticas series de la televisión: Humor Amarillo, Verano Azul, Songoku, etc...
Poco después empezamos a recorrer diversos locales entre los que se incluyen: Meigallo, Salvaje, Camberí... Hasta ahí todo parece normal hasta que llegamos a un local pequeño, pero muy acogedor, llamado Soho. La situación fue curiosa, pues al salir del anterior pub, llevábamos el que más y el que menos una cerveza sin acabar, algo que nos impedía entrar, ya que a los porteros no les suele gustar ese tipo de cosas. Una vez escondido el botellín dentro de la chaqueta nos disponemos a entrar en tropel en el citado local para disimular la trampa, yo, como para muchas otras cosas entré el último y viendo como se adentraban mis colegas siento una mano que me coge del brazo y al girarme una voz me pregunta: "¿Qué llevas ahí dentro?, no llevarás una copa, ¿no?". Yo ante tal alarde de ingenio del portero y conteniendo las ganas de escojonarme de risa en su cara, me cuadro como un soldado ante un general y le digo: No, ¿por qué?, ante lo que el portero responde: "Ah, bueno, perdona", al tiempo que me adentraba en el local sacando mi birrita y pegándole un traguito a la salud del avispado "licenciado en seguridad de puertas de locales".
Una vez que alcancé a mis colegas en el fondo del local me encontré con una serie de acontecimientos que jamás hubiese imaginado en aquel momento, lo que tengo claro es que no hay nada imposible y que siempre es verano con el pepino en la mano... pero eso es cosa de otro día.

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