jueves, octubre 7

El Inquilino

“Ventosidad ruidosa que procede del intestino y que se expele por el ano”, es la definición que podéis encontrar en cualquier diccionario, pero yo me pregunto: ¿No es una manera un tanto frívola de tratar un tema tan trascendental para el hombre como éste?. Me parece una auténtica aberración que se pase tanto por encima de un tema tan importante como éste; me explico: Si consideramos al ser humano como un ser enteramente social, imposible de desgajar de una estructura y constructo sociocultural, debemos dar una relativa importancia a un acto tan imperioso e imprevisible como puede ser el simple acto de liberar gas del intestino, pero amigos; ¡¡no es un gas cualquiera!!, sino que a veces adopta una textura y olor que, Dios mediante, haría que tuvieran náuseas hasta los mismísimos gusanos.
A veces pienso que los pedos tienen vida propia, sí, con sus propios sentimientos, campan a sus anchas por el largo intestino y tienen el vicio de querer salir en el momento más inoportuno: cuando estás hablando con alguien, en el autobús, en la biblioteca, en clase... etc... y no contentos con hacer “lo que les sale del culo”, valga la redundancia, también tienen su corazoncito y no quieren dejar este mundo sin dejar constancia de su incuestionable y cruel presencia a través de los olores más variados, indescriptibles diría yo y también inseparables, porque los muy puñeteros parecen seguirnos después de expulsarlos, como si anhelasen volver al vientre donde nacieron.
Pedo, sí, una palabra tabú en esta sociedad donde cada día más se impone la belleza extrema y la metrosexualidad, pero ese ser misterioso seguirá ahí acechando y tomando una de sus muchas formas de espíritu según se nos ocurra ingerir uno u otro tipo de alimentos.

Algo que siempre he echado de menos en la definición de la Real Academia de la Lengua Española es la falta de alusión a uno de los estados en que este fenómeno puede manifestarse; me explico: siempre nos han explicado que el agua puede tomar forma gaseosa, líquida o de hielo, pues bien, algo incuestionable también es que así como hay pedos totalmente gaseosos, también hay otros que vienen con un pequeño regalito líquido indeseable que se queda en el calzoncillo y que denominaremos coloquialmente “pegatina”. Esos días en los que abundan este tipo de pedos que llamaremos “mixtos” hacen que al final del día, después de una intensa y comprometida jornada, en la que parecen más una refinería que otra cosa, llegues a casa, te dispones a darte una reconfortante ducha y justo en ese momento en que te bajas el gayumbo o slip haga que te recuerte paradójicamente al momento del desayuno, ¿al desayuno?, sí, a ese glorioso momento en que quitas el papel a las magdalenas.
Es algo inherente a nosotros y no debemos olvidar que los pedos siempre estarán ahí, a pesar de nuestros intentos por negarlos. Convivamos felizmente con el pedo.

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